"Si yo suelo caminar sobre brasas encendias, si me gusta disfrutar por la noche y por el día, no es que sea un superman, es que me gusta la via, me gusta saborear, las cosas más pequeñitas, las cosas más chiquititas..."
Quien sabe explicar lo que es una feria... por mucho que lo intentes siempre te faltará algo, la esencia de una feria no se puede definir. Así que a vivirla y a disfrutarla!!!
Buena foto y mejor feria. Los ejemplares y las enganches que hay en Jerez, sólamente se ven allí. El entorno es una maravilla y las casetas, que te voy a contar a tí que no sepas. Si puedo daré una escapadita como todos los años. Te deseo una buena feria.
¡Qué decir de esta feria!!! Me remito a mi post del años pasado:
Caballos, vino, flamenco y una ciudad: Jerez
Con la mirada y los ojos del foráneo es como se aprecia lo propio y la única forma de conocer aquello que, por cotidiano, pasa por alto a los ojos de las gentes que viven a diario una ciudad. Y este ejercicio lo pude realizar este fin de semana con la Feria del Caballo, esa que llega en el mes de mayo como flor en primavera. Como marco, la ciudad de Jerez de la Frontera, encrucijada histórica de caminos de ida y vuelta entre Cádiz y Sevilla, entre el mar y la campiña, entre el llano y la sierra. Ciudad que hace un dualismo mágico, lo aristocrático y lo popular a la vez, una combinación que lleva a sus límites en su casco viejo, plagado de grandes palacios e iglesias pero también de humildes patios de vecinos y de viejos portales y cancelas. Santiago, San Miguel, San Mateo... viejos barrios con sabor antiguo, donde parece que por las casas y sus gentes no ha pasado el tiempo. Camina aún aquellas viejas de roete y pendiente de coral, caballeros de traje y corbata para diario y hasta sombrero... Pero Jerez es más que el mito, aunque viva de él y se agarra al hoy. Hace del vino, el caballo y el flamenco su industria productiva con el turismo, para ofrecerlo al visitante. Reconvierte su leyenda y se plaga de bodegas y aromas de solera, se salpica de peñas y de su festival de flamenco, y hasta hace Real una escuela ecuestre. Como dije un día se transforma en parque temático de Andalucía. Pero un simple paseo me hace palpar la realidad social, aquella que clama justicia con pintadas por doquier para Juan Holgado, o esa masiva que se hecha a la calle pidiendo el pan para que Delphi no se cierre.
Sales del centro por la puerta de Sevilla y te encaminas a la Avenida Álvaro Domecq, igual que si sales del centro de Sevilla por la puerta de Jerez y caminas por La Palmera, es ese el momento que no se sabe muy bien si estas aquí o sí estas allí. Jerez y Sevilla se dedican ambas puertas que se miran en la lejanía de un centenar de kilómetros separadas por un peaje, como aquellos postigos antiguos de las murallas que cobraban tributo por el paso de mercancías. Buscando Sevilla llegas al Parque González Hontoria, recinto ferial. No tiene portada, ni falta que le hace. La cuidada iluminación la suple con creces. Feria de anchas calles, salpicada de botas y geranios. Casetas de fachadas, geometría urbana, colores andaluces de albero con fino regado. Templetes y toldos que me retrotraen a la de los años veinte del Prado. Menos flamencas y menos trajes de chaqueta que en la clasista de Abril, las casetas son públicas. La música más variada también porque no sólo suenan sevillanas. Si con algo me quedo es con una familia entera. La abuela rompe el silencio, con la cadencia de su cante. Una bulería arranca. El jaleo abre parte. Las palmas arden. El quejío entra en la sangre. La nieta reacciona y comienza el baile. Nada de escuela ni academia, que los siglos pasan delante. La niña quiebra el talle. Brazos y piernas nunca quietas, que la contorsión flamenca no hay quien la pare. Cesa la abuela. Comienza la tía. Una sucesión de artistas de una misma saga. Toda la arcá ahí delante. Todo improvisado en una rotonda del González Hontoria. Y la gente disfrutando del arte. Pero en las casetas más. Los cuadros de las peñas derrochan gracia. La bulería es ritmo, compás festero, la letra, sin trascendencia, en segundo plano, sólo una excusa. Fuera el paseo de caballos. Enganches de todos los estilos. Caballos de todos los colores y caballistas de todas las modas compiten en elegancia en este pasear. Cocheros con levitas y sombrero de copa, también de corto y ala ancha. Feriantes que bajan y suben. Parada y refresco con buenos caldos de la tierra. Aquí terminan mis breves impresiones del caballo, el vino y el flamenco de esta mi primera Feria del Caballo.
Hello. This post is likeable, and your blog is very interesting, congratulations :-). I will add in my blogroll =). If possible gives a last there on my blog, it is about the Dieta, I hope you enjoy. The address is http://dieta-brasil.blogspot.com. A hug.
11 comentarios:
Que bueno es una feria!!!
Quien sabe explicar lo que es una feria... por mucho que lo intentes siempre te faltará algo, la esencia de una feria no se puede definir. Así que a vivirla y a disfrutarla!!!
1abrazo Xerry!
La foto es de categoría, y si no está en ningún cartel será porque no se ha presentado. Y eso que es con la Kodak.
En fin, Andrés, que espero conocer este año esa otra gran feria de la primavera andaluza. Espero que no falta el solera!!!!
Un abrazo
Que bonita la foto y que chula esta con las botas y los madroños, que lleva el caballo.
Un Saludo
Buena foto y mejor feria. Los ejemplares y las enganches que hay en Jerez, sólamente se ven allí. El entorno es una maravilla y las casetas, que te voy a contar a tí que no sepas. Si puedo daré una escapadita como todos los años.
Te deseo una buena feria.
Qué grande tiene que ser esa feria
¡Qué decir de esta feria!!! Me remito a mi post del años pasado:
Caballos, vino, flamenco y una ciudad: Jerez
Con la mirada y los ojos del foráneo es como se aprecia lo propio y la única forma de conocer aquello que, por cotidiano, pasa por alto a los ojos de las gentes que viven a diario una ciudad. Y este ejercicio lo pude realizar este fin de semana con la Feria del Caballo, esa que llega en el mes de mayo como flor en primavera. Como marco, la ciudad de Jerez de la Frontera, encrucijada histórica de caminos de ida y vuelta entre Cádiz y Sevilla, entre el mar y la campiña, entre el llano y la sierra. Ciudad que hace un dualismo mágico, lo aristocrático y lo popular a la vez, una combinación que lleva a sus límites en su casco viejo, plagado de grandes palacios e iglesias pero también de humildes patios de vecinos y de viejos portales y cancelas. Santiago, San Miguel, San Mateo... viejos barrios con sabor antiguo, donde parece que por las casas y sus gentes no ha pasado el tiempo. Camina aún aquellas viejas de roete y pendiente de coral, caballeros de traje y corbata para diario y hasta sombrero... Pero Jerez es más que el mito, aunque viva de él y se agarra al hoy. Hace del vino, el caballo y el flamenco su industria productiva con el turismo, para ofrecerlo al visitante. Reconvierte su leyenda y se plaga de bodegas y aromas de solera, se salpica de peñas y de su festival de flamenco, y hasta hace Real una escuela ecuestre. Como dije un día se transforma en parque temático de Andalucía. Pero un simple paseo me hace palpar la realidad social, aquella que clama justicia con pintadas por doquier para Juan Holgado, o esa masiva que se hecha a la calle pidiendo el pan para que Delphi no se cierre.
Sales del centro por la puerta de Sevilla y te encaminas a la Avenida Álvaro Domecq, igual que si sales del centro de Sevilla por la puerta de Jerez y caminas por La Palmera, es ese el momento que no se sabe muy bien si estas aquí o sí estas allí. Jerez y Sevilla se dedican ambas puertas que se miran en la lejanía de un centenar de kilómetros separadas por un peaje, como aquellos postigos antiguos de las murallas que cobraban tributo por el paso de mercancías. Buscando Sevilla llegas al Parque González Hontoria, recinto ferial. No tiene portada, ni falta que le hace. La cuidada iluminación la suple con creces. Feria de anchas calles, salpicada de botas y geranios. Casetas de fachadas, geometría urbana, colores andaluces de albero con fino regado. Templetes y toldos que me retrotraen a la de los años veinte del Prado. Menos flamencas y menos trajes de chaqueta que en la clasista de Abril, las casetas son públicas. La música más variada también porque no sólo suenan sevillanas. Si con algo me quedo es con una familia entera. La abuela rompe el silencio, con la cadencia de su cante. Una bulería arranca. El jaleo abre parte. Las palmas arden. El quejío entra en la sangre. La nieta reacciona y comienza el baile. Nada de escuela ni academia, que los siglos pasan delante. La niña quiebra el talle. Brazos y piernas nunca quietas, que la contorsión flamenca no hay quien la pare. Cesa la abuela. Comienza la tía. Una sucesión de artistas de una misma saga. Toda la arcá ahí delante. Todo improvisado en una rotonda del González Hontoria. Y la gente disfrutando del arte. Pero en las casetas más. Los cuadros de las peñas derrochan gracia. La bulería es ritmo, compás festero, la letra, sin trascendencia, en segundo plano, sólo una excusa. Fuera el paseo de caballos. Enganches de todos los estilos. Caballos de todos los colores y caballistas de todas las modas compiten en elegancia en este pasear. Cocheros con levitas y sombrero de copa, también de corto y ala ancha. Feriantes que bajan y suben. Parada y refresco con buenos caldos de la tierra. Aquí terminan mis breves impresiones del caballo, el vino y el flamenco de esta mi primera Feria del Caballo.
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Ya lo dice la sevillana...
que la feria del caballo llega en Mayo como flor en primavera
No la conozco aunque me han hablado gentes que por allí anduvieron.
Saludos
Antonio
Amigo, me vas a pegar, pero créeme, nunca he estado en la Feria del Caballo deJerez.
Este año tampoco va a poder ser, pues tengo entre manos una obligación en forma de examen que llega en junio, así que, otro año será.
Un abrazo.
Pues yo guardo un grato recuerdo del único año que fui, ya que a pesar de no ser feriante, me lo pasé muy bien.
Un beso.
aguaó, no sabes lo que te pierdes. eS ESPECTACULAR...
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