sábado, 22 de septiembre de 2012

DE LOS MALOS

Y YO QUE SOY DE LOS MALOS 
QUISIERA VOLVERME BUENO,
QUISIERA VOLVERME BUENO,
PERO TÚ TIENES EL MIEDO.
MIEDO DE QUE, DE QUE TE DEN SIN AVISAR UNA PATADA, 
DE QUE TE DEJEN RECOGIENDO TUS PEDAZOS
MIENTRAS ME OLVIDO DE QUE FUIMOS ALGO MÁS.
TÁPATE LA CARA, NO TE DEJEN SEÑALES 
Y MIENTRAS ÉL SE DESCUIDA, TÚ MARCHATE. 
QUE NADIE SE MERECE QUE LE DEJEN SEÑALES 
Y MIENTRAS ÉL SE DESCUIDA, TÚ MÁRCHATE. 
Y ES QUE EL DÍA DE LA NOCHE, 
NOCHE EL DÍA VA ACARICIANDO,
LAS CARICIAS SON DEL DÍA, 
LOS QUE NUNCA HAN SIDO MALOS, 
MALOS SON, SON, SON PA´ TODA LA VIDA.
Y YO QUE SOY DE LOS MALOS... 
DIME PA´ QUE QUIERES LA VERDAD
PA´ QUE QUIERES LOS PROBLEMAS
SI LOS PROBLEMAS SE VAN. 
Y EL MIEDO LO TIENE EL DÍA 
SI VIENE LA OSCURIDAD. 
EL SUEÑO MUERE DE PENA 
CUANDO LO OSCURO SE VA. 
Y ES QUE EL DIA ……. 
Y YO QUE SOY DE LOS MALOS

viernes, 7 de septiembre de 2012

lunes, 27 de agosto de 2012

lunes, 23 de julio de 2012

PORQUE HAY MUCHOS ROCÍOS...

Había una vez una mujer que tenía una pequeña tienda. Era un comercio de conveniencia, de los que puedes encontrar abierto cualquier día y donde puedes comprar aquello que de repente te faltó en casa. Abría su negocio de lunes a domingo, mañana y tarde, horas y horas al día… Para ella no había festivos, ni puentes, ni mucho menos vacaciones,... Demasiadas bocas dependían de los pocos euros que su humilde negocio era capaz de generar al día. Solo se permitía una licencia al año. Un miércoles de Mayo buscaba en el cajón del dinero, aquel folio que guardaba doblado y que al abrirlo enseñaba un escueto “Vuelvo enseguida”. Ese miércoles se marchaba a Santo Domingo a escuchar la misa de romeros. Ella no era de los rostros conocidos de siempre y casi nadie la conocía, pero sin embargo, como a cualquier otro, se le erizaba el vello viendo a las primeras mujeres vestidas de flamenca o escuchando los primeros toques del tamboril. Acabada la misa, despedía de lejos al Simpecado y buscaba con premura un autobús que la llevara a su tienda, mientras se tragaba las lágrimas y maldecía en su interior no haber tenido más suerte en esta vida… Desde ese momento su Rocío pasaría por esperar los reportajes de la televisión y alguna conexión de aquella vieja radio que siempre fue su compañera en la soledad del día a día. Y por supuesto su Rocío también pasaría por aquella vieja medalla que colgaba junto al almanaque de pared. Una medalla que sabe que nunca hará el camino, pero que no por ello, es menos rociera.